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INTERNACIONALES

22 de abril de 2025

Alimentos: ¿de qué se trata el desajuste entre la oferta y la demanda mundial?

Ganadores de los premios Nobel y Mundial de Alimentación piden a los líderes que prioricen la investigación agrícola para satisfacer las necesidades de 9.700 millones de personas para 2050.

“Si podemos llevar al hombre a la Luna, seguramente podemos reunir los recursos necesarios para garantizar, aquí en la Tierra, alimentos suficientes en los platos”. (Mashal Husain, presidenta entrante de la Fundación World Food Prize, que otorga anualmente el premio Mundial de la Alimentación).
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La población mundial superó, a inicios de 2024, los 8.000 millones de personas. El dato estadístico puede ir más allá cuando se anexa una pregunta: ¿Cómo se hará para alimentar a un nuevo mundo que se prevé de alrededor de 9.700 millones para 2050 (dentro de sólo 26 años)?

Ese es, justamente, el debate de este tiempo.

No son pocas las opiniones, a cuales más calificadas, que advierten que este mundo está lejos de satisfacer las necesidades de alimentos, estimando que —hoy— existen unas 700 millones de personas que pasan hambre. Y que es complejo siquiera pensar hacia 2050.

Es así como más de 150 Premios Nobel y ganadores del World Food Prize se han expresado en ese sentido y realizaron un llamado urgente para solucionar el desajuste —según consideran— entre la oferta y la demanda global de alimentos.

Se expresaron a través de una carta —firmada por todos ellos— que incluyó argumentos respecto de estas afirmaciones.

El llamado de atención no tiene precedentes y pretende obtener respaldo financiero y político para desarrollar tecnologías actuales con mayores probabilidades de evitar una catástrofe de hambre en los próximos 25 años.

La carta predijo que la humanidad se enfrentaría a un “mundo aún más inestable e inseguro en materia de alimentación” para mediados de siglo, a menos que la comunidad internacional aumente su apoyo a las últimas investigaciones e innovaciones.

Entre quienes apoyaron la carta se encontraban Robert Woodrow Wilson, quien ganó el Premio Nobel de Física en 1978, por su descubrimiento que apoyaba la teoría del big bang sobre la creación y Wole Soyinka, el africano que ganó el Premio Nobel de Literatura.

También Sir Roger Penrose, cuyo trabajo hizo avanzar la comprensión de los agujeros negros, y el decimocuarto Dalai Lama.

Entre los firmantes también se encontraban Joseph E. Stiglitz, quien ganó el Premio Nobel de Economía en 2001 y, con el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, el Premio Nobel de la Paz en 2007.

Emmanuelle Charpentier y Jennifer Doudna, quienes compartieron el Premio Nobel de Química en 2020 por descubrir las tijeras genéticas CRISPR/Cas9, también firmaron la misiva.

El llamamiento fue coordinado por Cary Fowler, galardonado con el Premio Mundial de la Alimentación 2024 y enviado especial saliente de los Estados Unidos para la seguridad alimentaria mundial.

Los datos apuntan a una reducción cada vez mayor de la productividad alimentaria si el mundo sigue como hasta ahora.

Otros galardonados con el Premio Mundial de la Alimentación que se sumaron a la convocatoria fueron la científica climática de la NASA, Cynthia Rosenzweig; la fitomejoradora etíope-estadounidense y ganadora del Premio Nacional de Medios Científicos de los Estados Unidos, Gebisa Ejeta y Akinwumi A. Adesina, presidente del Banco Africano de Desarrollo.

“Todos los datos apuntan a una reducción cada vez mayor de la productividad alimentaria si el mundo sigue como hasta ahora”, afirmó Fowler.

“Con 700 millones de personas que padecen inseguridad alimentaria en la actualidad y una población mundial que se prevé que aumentará en 1.500 millones de personas para 2050, la humanidad se enfrenta a un mundo sumamente desigual e inestable”, añadió.

“Sabemos que la investigación y la innovación agrícolas pueden ser una herramienta poderosa, no sólo para la seguridad alimentaria y nutricional, sino también para mejorar la salud, los medios de vida y el desarrollo económico”, sostuvo.

 

Fowler también dijo que se tienen que canalizar los mejores esfuerzos científicos para revertir la trayectoria actual. “O la crisis de hoy se convertirá en la catástrofe de mañana”, auguró el experto en el tema de la alimentación.

Los galardonados destacaron la amenaza que supone el cambio climático para la producción de alimentos, en particular en África, donde la población está creciendo más rápidamente, pero se prevé que los rendimientos del cultivo básico, el maíz, disminuyan en casi toda su zona.

Otros factores que socavan la productividad de los cultivos incluyen la erosión del suelo y la degradación de la tierra, la pérdida de biodiversidad, la escasez de agua, los conflictos y las políticas que restringen la innovación agrícola.

 

“Los efectos del cambio climático ya están reduciendo la producción de alimentos en todo el mundo, pero particularmente en África, que tiene poca responsabilidad histórica por las emisiones de gases de efecto invernadero, pero que ve cómo las temperaturas aumentan más rápido que en otros lugares”, dijo el presidente Banco Africano de Desarrollo, Akinwumi A. Adesina, quien recibió el Premio Mundial de la Alimentación en 2017.

“Se espera que los aumentos futuros de temperatura sean más extremos en países con una productividad ya baja, lo que agravará los niveles existentes de inseguridad alimentaria”, insistió.

“En los países de bajos ingresos, donde la productividad debe casi duplicarse para 2050 en comparación con 1990, la cruda realidad es que es probable que aumente menos de la mitad”, manifestó.

“Tenemos sólo 25 años para cambiar esto”, precisó Adesina.

En la carta se cita una lista de los avances científicos más prometedores y los campos de investigación emergentes que podrían priorizarse para impulsar la producción de alimentos, a pesar de los desafíos actuales y futuros.

El hecho de que las mentes más brillantes del mundo se unan en torno a este llamado de atención debería inspirar esperanza y acción.

Entre ellos se incluyen la mejora de la fotosíntesis en cultivos básicos, como el trigo y el arroz, para optimizar el crecimiento y el desarrollo de cereales que puedan obtener nitrógeno de forma biológica y crecer sin fertilizantes.

Asimismo, el impulso de la investigación en cultivos autóctonos resistentes y ricos en nutrientes que, en gran medida, se han pasado por alto para su mejora.

Los galardonados también destacaron los objetivos ambiciosos de mejorar el almacenamiento y la vida útil de las frutas y verduras. Asimismo, crear alimentos ricos en nutrientes a partir de microorganismos y hongos.

“La revolución verde impulsada por la investigación que ha reducido drásticamente la malnutrición en todo el mundo durante los últimos 60 años está perdiendo impulso, con la inseguridad alimentaria aumentando una vez más y una crisis inminente que se avecina para el año 2050”, dijo Brian Schmidt, Premio Nobel de Física 2011.

 

 

“La inversión en investigación, especialmente en los lugares que probablemente se verán afectados en el futuro, mejorará la seguridad alimentaria ahora y ayudará a aliviar posibles crisis futuras”, agregó.

“Es un problema eminentemente solucionable, relativamente económico, con un beneficio para toda la humanidad”, explicó Schmidt.

“Este es un momento de ‘verdad incómoda’ para el hambre mundial”, comentó —por otro lado— Mashal Husain , presidente entrante de la Fundación del Premio Mundial de la Alimentación.

“El hecho de que las mentes más brillantes del mundo se unan en torno a este urgente llamado de atención debería inspirar esperanza y acción”, aseguró.

“Con el apoyo adecuado, la comunidad científica puede lograr los avances necesarios para prevenir la catastrófica inseguridad alimentaria en los próximos 25 años”, concluyó Husain. (www.worldfoodprize.org)

La referencia obligada a Norman E. Borlaug

En 1970, Norman E. Borlaug recibió el Premio Nobel de la Paz por toda una vida de trabajo para alimentar a un mundo hambriento.

Aunque fue un científico con contribuciones sobresalientes, tal vez el mayor logro del Dr. Borlaug haya sido su incesante lucha por integrar las diversas corrientes de investigación agrícola en tecnologías viables y convencer a los líderes políticos para que hicieran realidad esos avances.

Nacido de ascendencia noruega, el Dr. Borlaug se crió en Cresco, una pequeña comunidad agrícola en el noreste de Iowa. Aprendió su ética de trabajo en una pequeña granja familiar de cultivo mixto y ganado y obtuvo su educación inicial en una escuela rural de una sola aula.

Las habilidades del Dr. Borlaug como atleta —principalmente en lucha libre— le abrieron las puertas para asistir a la Universidad de Minnesota, donde estudió para ser ingeniero forestal, luchó y trabajó en varios empleos ocasionales.

Después de graduarse en 1937 con una licenciatura en Silvicultura, fue a trabajar para el Servicio Forestal de los Estados Unidos, inicialmente en Idaho y más tarde en Massachusetts y Connecticut.

Regresó a la escuela de posgrado en la Universidad de Minnesota y se dedicó al estudio de la patología vegetal, recibiendo su doctorado en 1942. Años más tarde, la Universidad de Minnesota albergaría sus programas de patología vegetal y agronomía en Borlaug Hall.

Después de graduarse, el Dr. Borlaug trabajó como microbiólogo para EI Dupont de Nemours, hasta que fue liberado de su servicio en tiempos de guerra.

En 1944, el Dr. Borlaug participó en el programa pionero de asistencia técnica de la Fundación Rockefeller en México, donde fue investigador científico a cargo del mejoramiento del trigo.

Durante los siguientes dieciséis años, trabajó para resolver una serie de problemas de producción de trigo que limitaban el cultivo en México y para ayudar a capacitar a toda una generación de jóvenes científicos.

El trabajo en México no sólo tuvo un profundo impacto en la vida del Dr. Borlaug y su filosofía de investigación y desarrollo agrícola, sino también en la producción agrícola, primero en ese  país y luego en muchas partes del mundo (incluida la Argentina).

Fue en las estaciones de investigación y en los campos de agricultores de México donde el Dr. Borlaug desarrolló generaciones sucesivas de variedades de trigo con una resistencia amplia y estable a las enfermedades, una amplia adaptación a las condiciones de crecimiento en muchos grados de latitud y un potencial de rendimiento extremadamente alto.

Estas nuevas variedades de trigo y las prácticas mejoradas de manejo de cultivos transformaron la producción agrícola en México durante las décadas de 1940 y 1950 y, posteriormente, en Asia y América Latina, lo que desencadenó lo que hoy se conoce como la Revolución Verde.

Debido a sus logros para prevenir el hambre, la hambruna y la miseria en todo el mundo, se dice que el Dr. Borlaug ha salvado más vidas que cualquier otra persona que haya vivido jamás. (Fuente: www.worldfoodprize.org).

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