COMPROMISO SOCIAL
15 de noviembre de 2023
Lucrecia Sarrat la seño que enseña con amor y pasión en las escuelas rurales

El 9 de noviembre se celebró el Día del Maestro Rural, una fecha que rinde homenaje a Ángela Peralta Pino, la primera maestra rural de Argentina. Ángela dejó su huella al impartir conocimientos desde una escuela rodante en el norte santafesino, marcando el inicio de una tradición educativa única
En esta ocasión, tuvimos el privilegio de conversar con la maestra rural ayacuchense Lucrecia Sarrat, una mujer que ha abrazado la enseñanza en los entornos rurales con pasión y dedicación. Lucrecia, criada en El Cortijo en el cuartel lll hacia Las Chilcas, comparte con nosotros su historia.
“Desde chica sabía que quería ser maestra”, nos cuenta Lucrecia. La inspiración le llegó de su maestra de segundo grado, a quien admiraba profundamente. “La admiración por el enseñar” fue la semilla que germinó en su corazón y la llevó a elegir este camino.
La decisión de enseñar en entornos rurales no fue casualidad. Después de muchos años trabajando en lo urbano, la vida le susurró la necesidad de un cambio. Sus hijos más grandes y un anhelo personal la llevaron a buscar la experiencia de enseñar en lo rural, donde la conexión con la naturaleza y las comunidades es más íntima.
“Hoy estoy en la escuela 27 de Udaquiola en segundo ciclo, donde tengo 12 alumnos”, comparte Lucrecia con orgullo. Aunque, al principio de este año, disfrutó de una experiencia en la escuela 32 de Solanet, describiéndola como “una experiencia muy linda”.
Disfruta de las charlas con sus alumnos, de conocer sus vidas en el campo, de compartir historias sobre tareas rurales, caballos, juegos en el campo y vivencias. “Es muy lindo. Yo me crié en el campo, y estar cerquita de ellos me hace recordar mi infancia, donde fui feliz”, confiesa con nostalgia.
Su mayor desafío llegó cuando tuvo que volver temporalmente a lo urbano, una experiencia que describe como un reto significativo hasta que pudo regresar a su amado entorno rural.
Cuando le preguntamos por un objeto que la identifique como maestra rural, Lucrecia prefiere identificarse por sensaciones. “Lo que me identifica es mojarme los pies con el rocío, escuchar el canto de los pájaros, verlos. Mirar por mi ventana teros, mulitas, liebres y otros animales. Me encanta poder disfrutar de la naturaleza y hacer mi trabajo”, comparte con pasión.
Con 40 años de vida y experiencia, ser maestra rural para Lucrecia es mucho más que una profesión; es una oportunidad de volver a amar lo que hace. “Cuando decidí irme al campo fue porque necesitaba buscar nuevas experiencias, nuevos desafíos, conocer cómo era ser seño en lo rural”, confiesa con emoción.
“Muchas veces dije que yo era seño de ciudad… pero era porque no conocía y no se me había dado la oportunidad de serlo”, reflexiona. Ser maestra rural le ha devuelto la pasión, le ha permitido redescubrir su vocación en las vastas extensiones de nuestra tierra, donde cada rincón es una lección de vida.
Celebramos a Lucrecia Sarrat y a todos los maestros rurales que, como ella, dejan una huella imborrable en el corazón de sus alumnos y en el alma de nuestras tierras.
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