JUDICIALES
7 de julio de 2025
Caso $Libra: La justicia halla llamadas clandestinas y una maraña de líneas prepagas vinculadas a Milei

La causa por la estafa cripto que involucra a Hayden Davis y a figuras del gobierno libertario se mezcla con técnicas de ocultamiento telefónico usadas en tiempos de Macri. Las cinco líneas prepagas a nombre de Milei abren preguntas incómodas sobre secretos, posibles encubrimientos y el verdadero alcance del poder libertario.
Hay cosas que, por más modernas que parezcan, tienen un hedor añejo. El caso $LIBRA —la criptoaventura que devino estafa y arrasó con los ahorros de más de 40.000 inversores— no solo exhibe la impronta de un gobierno enamorado del marketing digital, sino que desnuda prácticas opacas que se creían enterradas con los servicios de inteligencia de la vieja política. Y es que mientras Javier Milei se pasea por los medios con su habitual grandilocuencia y devoción por el libre mercado, la Justicia argentina escarba en un terreno donde la libertad parece ser apenas un disfraz para el secreto: las comunicaciones imposibles de rastrear y la proliferación de líneas prepagas que hacen del Presidente, literalmente, un hombre con muchas voces.
Para empezar, hablemos de las misteriosas llamadas a Hayden Davis, el empresario estadounidense que creó la criptomoneda $LIBRA. Tres comunicaciones —realizadas mientras Davis estaba en Buenos Aires— provienen de números que, en la jerga técnica, se conocen como ANI de Plataforma: conmutadores que triangulan llamadas locales e internacionales, dejando en sombras la verdadera identidad de quien está al otro lado de la línea. No es ciencia ficción: es un sistema viejo, usado con fruición durante el gobierno de Mauricio Macri para operar sin dejar huellas, según exfuncionarios expertos en inteligencia. “Parece hasta más efectivo que usar un aparato encriptado”, confió uno de ellos a Página/12. Y vaya si lo es. El truco permite simular números locales mientras se habla desde cualquier parte del mundo, o bien esconder la identidad del llamante incluso si la llamada parte desde una oficina a pocas cuadras de la Casa Rosada.
Las llamadas que recibió Davis no son poca cosa. Ocurren el 10 y 13 de septiembre de 2024, en horas que oscilan entre la medianoche y la tarde. El empresario estaba alojado en San Telmo, deambulaba por Retiro o se encontraba en el Aeropuerto de Ezeiza. Nada de esto suena casual: el contexto es el del escándalo monumental que hoy sacude a la administración libertaria. Porque Davis es investigado por la justicia argentina como pieza clave en la maniobra del token $LIBRA, una criptomoneda que —según Milei y sus socios— se creaba para fondear pequeñas empresas y proyectos educativos en Argentina, pero que terminó siendo un fabuloso desfalco. Un clásico cuento del tío, con aires de Silicon Valley y marketing libertario.
No es solo Davis. En la causa judicial hay nombres que exponen la cercanía de este asunto con el poder libertario en su máximo nivel: el propio Javier Milei; su hermana Karina, Secretaria de la Presidencia; los empresarios Mauricio Novelli y Manuel Terrones Godoy; Julian Peh, CEO de Kip Protocol; y Sergio Morales, exasesor de la Comisión Nacional de Valores, quien llegó a tener en sus manos un borrador de contrato exclusivo con el gobierno para negocios en blockchain e inteligencia artificial. No se trata de marginales o simples entusiastas cripto: son actores con acceso directo al poder, que se codeaban con el Presidente en la Casa Rosada. Literalmente. Basta recordar que Davis y Novelli coincidieron allí en al menos tres ocasiones, siendo la última el 30 de enero pasado, cuando Milei publicó una foto en redes sociales con el empresario estadounidense, a quien luego describiría, con insólita amnesia, como alguien de quien “no estaba interiorizado”.
Ese tuit borrado de Milei, en el que anunciaba a los cuatro vientos el lanzamiento de $LIBRA, es ahora la pistola humeante. Incluso Davis, en una declaración escrita que presentó en Nueva York, deslizó que la desaparición de ese mensaje generó sospechas de fraude. Al mejor estilo libertario, Milei quiere aparecer desvinculado de todo: primero lo promocionó, después se borró. Una estrategia que, aunque eficaz para redes sociales, suena débil ante la Justicia.
Y aquí es donde la historia da un giro aún más sombrío. Porque el mismo expediente judicial que desentierra los llamados fantasma a Davis revela un detalle escalofriante: Javier Milei tiene —o tuvo— nada menos que catorce líneas telefónicas prepagas a su nombre, cinco de ellas todavía activas. ¿Para qué necesita un presidente semejante ejército de chips? El dato despierta un déjà vu inevitable: durante el gobierno de Macri, se detectó el uso de líneas prepagas para evitar trazabilidad en operaciones políticas y de inteligencia. Números descartables, sin contrato mensual, sin obligación de identificar al usuario. Perfectos para moverse en las sombras.
Claro, siempre cabe la posibilidad de que esas líneas no sean realmente de Milei. Las empresas de telefonía aclaran que, tratándose de líneas prepagas, es imposible certificar que quien figura como titular sea quien efectivamente las usa. Pero esa explicación tampoco tranquiliza. Porque si Milei no las usó, ¿quién se tomó el trabajo de contratar —de manera sostenida en el tiempo, incluso desde su época de panelista de televisión— números a su nombre? ¿Estamos ante simples cuentas truchas o ante un sistema deliberado para operar en redes, abrir perfiles falsos, diseminar mensajes y proteger comunicaciones? Tres peritos informáticos consultados por Página/12 coinciden en algo: las líneas prepagas no impiden el rastreo, pero su utilización sistemática sugiere maniobras destinadas a la clandestinidad digital. Una práctica digna de servicios de inteligencia, no de un presidente que proclama la transparencia y la libertad a viva voz.
La simultaneidad de estos hallazgos —las llamadas clandestinas y la telaraña de chips prepagos— pinta un escenario inquietante. Porque remite, inevitablemente, a las estrategias de espionaje y control político que en el pasado se ejercieron desde los sótanos del poder. El gobierno de Macri lo hizo, y la pregunta ahora es si el gobierno libertario, tan fanático de las tecnologías disruptivas, no terminó reciclando las mismas viejas trampas bajo el disfraz de la modernidad digital.
Javier Milei, que se ufana de no tener “nada que ocultar”, se encuentra atrapado en su propia contradicción. La causa $LIBRA y las comunicaciones secretas son un cóctel explosivo que, más allá de su costado judicial, perfora su discurso de outsider. Porque es legítimo preguntar: ¿qué clase de presidente necesita cinco líneas prepagas activas mientras se desata un escándalo financiero que involucra a su círculo más cercano? ¿Qué secretos se cuecen detrás de esos números que nadie puede rastrear?
En tiempos en que la libertad se declama como dogma, resulta urgente recordar que la verdadera libertad es incompatible con el secretismo y la manipulación. Y lo que emerge de estas investigaciones es un entramado de sombras que hace temer que la revolución libertaria pueda terminar siendo, una vez más, apenas otro nombre para la vieja y conocida impunidad del poder.
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