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ECONOMIA

9 de abril de 2025

Qué escenarios se abren según cómo sea el acuerdo con FMI

El Centro de Estudios Scalabrini Ortíz analiza tres posibles alternativas de modificación del régimen cambiario, y sus consecuencias, a partir del nuevo préstamo que pidió el Gobierno al FMI.

La continuidad (o no) del esquema cambiario actual y el impacto de una creciente devaluación del peso sobre los precios aparecen, junto con el monto del desembolso original del Fondo, como los principales condicionantes del éxito del programa económico del Gobierno en los próximos meses, según analizaron desde el Centro de Estudios Económicos y Sociales Scalabrini Ortiz (CESO). Hechas al día de hoy, las cuentas no dan, y eso se plasma en la aceleración de las expectativas de devaluación. Este viernes se conocerían confirmaciones y detalles del acuerdo con el FMI.

“Ni el DNU para evadir el Congreso (en el marco del acuerdo con el FMI), ni las distintas aclaraciones del ministro de Economía, Luis Caputo, respecto al monto del nuevo acuerdo sirvieron para volver a anclar las expectativas devaluatorias que vienen en franco crecimiento desde comienzos de este año”, aseguran desde el CESO. Aun así, evalúan que la apuesta del oficialismo parece ser extender el régimen cambiario actual sin modificaciones hasta las elecciones de medio término. Pero entienden que sólo la posibilidad de modificarlo puede traer algún éxito a la estrategia económica del Gobierno.

   

De acuerdo a la información de que el préstamo nuevo involucrará 20.000 millones de dólares, aún sin saber de cuánto será el desembolso inicial ni las condicionalidades, desde el CESO evalúan tres hipótesis. La primera es que el monto inicial sea del 40 por ciento del préstamo (8.000 millones de dólares) y que el FMI no condicione el programa económico del Gobierno. En este caso “la posibilidad de éxito parece acotada” atento a que el esquema cambiario actual no ancla expectativas, y es posible que los dólares no alcancen hasta octubre.

En un segundo escenario se condiciona el desembolso a una devaluación correctiva del 20 a 30 por ciento, para retornar luego a un esquema de ancla cambiaria similar al actual. “La posibilidad de éxito de dicho esquema descansa en que el traspaso a precios de ese salto discreto del dólar sea bajo”, observa el CESO, y apunta que con el descenso de la inflación en la era Milei el traspaso a precios de la devaluación (el llamado pass trough cambiario) también bajó, lo cual podría darle aire al Gobierno.

 

Una tercera posibilidad es que el salto devaluatorio vaya acompañado de una nueva etapa en la política cambiaria, como ser la implementación de un tipo de cambio más flexible o la unificación cambiaria. En este caso el éxito “depende aún más crucialmente de que la reacción de los precios sea moderada y que se perciba una disponibilidad de reservas y financiamiento que evite un desmadre en el mercado de cambios. Si el desembolso inicial es de 8.000 millones las posibilidades de éxito se reducen”.

“Si la situación cambiaria se desestabiliza y se espiralizan las tasas de devaluación e inflación, el oficialismo tiene aún chances de intentar aplicar la postergada promesa de dolarización”, conceden desde el CESO, pero ponen en duda la efectividad de la misma si es vista como “un manotazo de ahogado y desata retiros de depósitos y una masiva fuga de capitales”.

 

Las cuentas no dan

El cálculo que realizan desde la entidad es que en sólo 18 días –11 hábiles– el Banco Central debió vender 1.780 millones de dólares para contener la demanda creciente de dólares. Esa cifra equivale al superávit comercial de un solo mes, como diciembre de 2024. Entonces ponen en duda la continuidad del actual esquema cambiario.

Las necesidades de financiamiento para 2025 –a la luz del nivel de las reservas brutas inferiores a 26.000 millones- generan una preocupación adicional ya que “entre abril y julio vencen aproximadamente 7.400 millones de dólares de capital e intereses entre bonos soberanos del Tesoro, Bopreales y pagos a Organismos Internacionales”, agregan entre distintas consideraciones financieras.

 

Además, “la cuenta corriente es deficitaria desde junio de 2024, y el saldo de bienes y servicios es muy inferior al del primer semestre de 2024”, a lo que se suma que “los depósitos en dólares caen en forma constante desde el pico que representó el blanqueo en agosto de 2024”. Esta situación de stress en el resultado externo se visualiza en la dinámica reciente de las variables cambiarias y financieras del país, a las que ahora se suma el impacto de la incertidumbre global generada por la política norteamericana.

¿Será distinto esta vez?

Recurrir al FMI en un año donde no hay vencimientos con el organismo es una señal de debilidad del régimen externo. Pero desde el Gobierno se esfuerzan por remarcar que esta vez será distinto: “Los dos argumentos esgrimidos son que hay superávit fiscal y que no hay pesos para alimentar una corrida”. Pero el modelo de “recuperación de la actividad y apertura importadora con apreciación cambiaria en el mercado oficial e intervención en la brecha cambiaria” es insostenible para el CESO.

 

 

Durante 2024 este modelo se hizo viable porque hubieron dos “puentes”, afirman: la fuerte recesión económica que postergó importaciones, junto con los Bopreales para atenuar la deuda con el sector privado, y el blanqueo de capitales junto con el carry trade. Con las cuentas al día de hoy, el regimen cambiario actual es insostenible, aunque el Gobierno quiera mantenerlo al menos hasta las elecciones de medio término para contener así un nuevo impulso inflacionario.

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