Veraneantes en Arroyo Pareja
En la primera temporada de funcionamiento del recreo, y a raíz del “singular movimiento de vehículos y peatones”, la subprefectura estableció un servicio de vigilancia especial a cargo de marineros que “cuidan y velan por el respeto y la moral que deben reinar”.
En la primera temporada de funcionamiento del recreo, y a raíz del “singular movimiento de vehículos y peatones”, la subprefectura estableció un servicio de vigilancia especial a cargo de marineros que “cuidan y velan por el respeto y la moral que deben reinar”. Según consignaba la prensa, “Les corresponde igualmente observar si los bañistas se presentan cubiertos correctamente, teniendo órdenes terminantes al respecto para hacerlas cumplir”. Por lo visto, las “faltas al respeto y la moral” debían ser, sino frecuentes, al menos lo suficientemente reiteradas, dado que la decisión de la subprefectura motivó “el aplauso general de las familias que concurren asiduamente a la playa”.
La Compañía ferroviaria poseía casas en alquiler para turistas que, provenientes de la zona servida por la línea francesa (Bahía Blanca, Punta Alta, Cnel. Pringles, Cnel. Suárez), se acercaban a las aguas marinas para calmar el rigor del verano.
Nueva Época brinda la nómina de los veraneantes y sus familias, todas vinculadas a la alta burguesía regional. Políticos, grandes comerciantes, terratenientes, profesionales constituían el núcleo duro de los paseantes. En la tercera década del siglo XX, si bien se está todavía lejos del masivo
turismo social y obrero del peronismo, había en Punta Alta y la zona un sector social numeroso- pequeños propietarios y comerciantes, obreros calificados -que contaban con un ingreso suficiente y tiempo libre como para disfrutar algunos días de ocio. Los fines de semana el balneario también se colmaba de obreros, principalmente puntaltenses, que gozaban de las
ventajas del domingo no laborable y, posteriormente, del llamado “sábado inglés”. Este último sector de la población concurría usando la bicicleta
o algún vehículo automotor, como servicio de colectivos de Carlos Strauss, inaugurado en noviembre de 1923 y que partía de una parada ubicada en el centro de la ciudad. Los trabajadores iban a pasar el día, realizando picnics y, en general, haciendo poco uso de las instalaciones.
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